La prolactina –una de las hormonas más importantes durante el embarazo y la lactancia–tiene un papel destacado como neuroprotectora del cerebro de hembras mientras amamantan, según se ha comprobado, conocimiento que es útil en tratamientos contra enfermedades neuropsiquiátricas, como el Parkinson, en las cuales se usan fármacos relacionados con la dopamina.
María Teresa Morales Guzmán, directora del Instituto de Neurobiología (INb) de la UNAM, y su equipo de trabajo, descubrieron en modelos animales (ratas y ratones), que la lesión que se produce en un área específica mediante un fármaco epileptogénico (que produce epilepsia) tiene un efecto dañino muy reducido en ratas hembra que están lactando a sus crías, en comparación con las que no son madres.
Esta protección también se obtuvo en ratones de sexo masculino (padres) que convivieron en la misma jaula que la hembra y sus crías.
La experiencia maternal es un proceso complejo en el que el cerebro de las hembras registra una serie de modificaciones o adaptaciones que se presentan desde el momento de la fecundación del óvulo y que le permiten contender con los retos de la maternidad; es decir, de la gestación, el parto y la lactancia.
Luego de la fecundación se generan cambios en el útero, donde ocurre la implantación del óvulo, y ahí comienzan las señales, sobre todo hormonales, que van cambiando la fisiología neuroendócrina de la madre, o sea, la forma en que el cerebro regula a las hormonas.
Estos cambios, señaló Morales Guzmán, ocurren en diferentes áreas cerebrales como la corteza cerebral, el hipotálamo y partes del sistema límbico; se presentan modificaciones estructurales y en su función.
La experta recordó que desde hace varios años se estudió en ratas que las madres tenían mejor desempeño en pruebas de memoria espacial, ya que podían encontrar más fácilmente una pista que las llevara a conseguir alimento, por ejemplo.
También que mejoran sus capacidades de cacería; esto se estudió al poner grillos en la jaula, y se vio que son más eficientes que aquellas que no tienen crías, ya que éstas tardan de 30 a 40 segundos en atrapar un insecto, mientras que las madres lo logran en tres o cuatro segundos.
¿Qué sucede en los humanos?
Teresa Morales refirió que se han hecho algunos estudios en humanos, con ayuda de resonancia magnética, electroencefalografía y pruebas cognitivas, y se encontraron aspectos interesantes, por ejemplo que en la madre y el padre también hay ciertos cambios, incluso en papás adoptivos, quienes presentan cambios funcionales y desarrollan nuevas habilidades, a pesar de que no están expuestos a los cambios hormonales que vienen de la hipófisis (glándula ubicada en la base del cerebro) o que son inducidos por la placenta durante el embarazo.