El chile es el “alma” de los mexicanos; no podemos imaginar nuestra comida sin él. Pero ¿qué tiene que ver el picante con el dolor? Mucho: las respuestas fisiológicas al “enchilamiento” son sudoración, moco, ardor, lagrimeo, entumecimiento, diarrea y hasta dolor, cuando lo comemos en exceso, explicó la investigadora del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM, Tamara Rosenbaum Emir.
Ocurre de esta manera porque en las neuronas se abre un canal iónico denominado TRPV1, el cual “activa” el dolor que puede producir enchilarse. Pero ese receptor también tiene que ver con inflamación, dolor neuropático, angina de pecho, artritis y cáncer; su principal función es avisar que algo está mal –desde que estamos comiendo demasiado chile, hasta que tenemos cáncer en los huesos, por ejemplo–, y que debemos ir al médico.
México es considerado país de origen del chile
En el mundo varios grupos de investigación se han dedicado a entender cómo funcionan esos receptores, importantes para la detección de dolor producido por enfermedades, abundó la científica ante María Soledad Funes Argüello, directora del IFC; y María Dolores Valle Martínez, directora general de la Escuela Nacional Preparatoria.
Durante la conferencia inaugural de la Semana del Cerebro en el IFC, Tamara Rosenbaum recordó: aunque México es considerado país de origen del chile, al parecer vino de América del Sur, entre Bolivia y Brasil. Se trata de una planta solanácea; a esa familia también pertenecen el jitomate, la papa y el tabaco, por ejemplo.
Las plantas de chile son del género Capsicum. En nuestro país se cultivan tres especies en particular: C. annuum (jalapeño, serrano, poblano y morrón); C. chinense (habanero); y C. pubescens (manzano), añadió en el auditorio Antonio Peña Díaz de esa entidad académica.